El programa puede lograr una disminución de la inseguridad alimentaria en las comunidades
donde se implemente, proporcionando acceso a recursos y a alimentos saludables y
sostenibles.
Empoderamiento de mujeres y niñas: Al fortalecer el liderazgo y la participación activa de mujeres y niñas en sus comunidades, el
impacto se vería reflejado en mayor autonomía económica y mejora en la toma de decisiones
comunitarias. Las mujeres se convertirían en referentes clave para el desarrollo, generando una transformación social que influiría
en diversos aspectos como salud, educación alimentaria, gobernanza y desarrollo local.
Reducción de desigualdades: El programa puede reducir brechas de género, especialmente en comunidades rurales o en
contextos de vulnerabilidad, donde las desigualdades suelen estar aún muy marcadas. Al promover la equidad de oportunidades, se
acelera el progreso hacia sociedades más justas y equilibradas.
Creación de redes comunitarias
sostenibles: Las comunidades están en
capacidad de construir redes de apoyo mutuo para la producción, distribución y consumo de
alimentos, lo que las hace más resilientes frente a desafíos como la crisis alimentaria global o cambios climáticos. Estas redes, lideradas por mujeres, tienen un efecto
multiplicador al inspirar a otras comunidades cercanas.